lunes, 23 de mayo de 2016

Fuera de foco



La luz del amanecer se cuela por debajo de la puerta. Es una sensación extraña. Has perdido la noción del tiempo. Llevas más horas de las que eres capaz de recordar en esa habitación. Rodeado de ese olor a humedad y sudor. Las esposas te han hecho heridas en las muñecas. Te duelen los músculos de la espalda y las piernas de estar sentado. La cara mejor ni mencionarla. La imaginas como un trozo de carne macerado a golpes. A tu lado, los dos tíos que llevan contigo desde que empezó todo. Pasamontañas. Ropa militar. Aire castrense. Golpes. Acento eslavo. Y siempre la misma pregunta. ¿Dónde está la pasta? Tú, negando todo. Un trinomio que parece no gustarles: preguntanegativa-golpe. Y vuelta a empezar. Ellos tomándose su tiempo. Fumando y bebiendo cerveza. Dejando que el miedo haga su trabajo y tu cabeza empiece a funcionar. Búsqueda de respuestas. Tratas de hilvanar tus últimos movimientos. Nada. No hay por dónde cogerlo. No sabes de qué te hablan y tratas de hacérselo comprender. Nuevo golpe. De lleno. En la frente. La barrera idiomática parece algo insalvable.
Empiezan a hablar entre ellos. De espaldas a ti. No entiendes nada salvo algún que otroniet acompañado de aspavientos. El plan de pensiones que habías contratado empiezas a dudar que lo vayas a disfrutar. Uno de ellos resopla. El otro se encoge de hombros. Se colocan detrás tuya. El condicionamiento en plan perro de Pavlov hace efecto. Te encoges antes de que el golpe llegue. Te pilla de refilón. El otro se ríe. Oyes pasos. Te quedas solo. El pánico aflora, clavándose en tus nervios como alfileres debajo de las uñas. El tiempo pasa. Un minuto. Luego otro. Y otro...
No te das cuenta, pero estás llorando. Tienes los pómulos inflamados, acorchados. Y no sientes nada. Pero las lágrimas ruedan por tus mejillas hasta caer sobre tus piernas. A juzgar por el charco que hay debajo de tu asiento te has meado varias veces, pero no sabes cuándo. Bastante tenías con no perder el conocimiento ni ahogarte cuando te pusieron una toalla en la cara y empezaron a echarte agua por encima.
Frente a ti sigue el mismo punto rojo que llevas viendo desde que te quitaron la bolsa de lona de la cara y te esposaron a la silla. No sabes qué es. Las ideas que pasan por tu cabeza tampoco ayudan mucho. Lo más recurrente: un francotirador apuntándote con un láser a la cara. Suena demencial, pero ¿qué ha sidonormal en las últimas horas?
Oyes pasos detrás de ti. Tus amiguetes de cautiverio han vuelto. Se les oye más animados. Las suelas de sus botas militares arañan el suelo de cemento y el chirrido se te clava en los oídos. Te humedeces los labios. Así, a ojo, te faltan un par de dientes. Miras en tu regazo pero no ves nada. El Ratoncito Pérez se los ha debido llevar de estraperlo. Eso, o los que tienes delante van a hacerse un collar rollo Cocodrilo Dundee con ellos.
Te miran. Ahora van a cara descubierta. No hace falta tener un máster en esto del mundo de las extorsiones y el secuestro para saber lo que significa. No temen que les vayas a identificar en una rueda de reconocimiento. Mal asunto. Uno de ellos deja una bolsa a tus pies. El otro se enciende un cigarro. Da una calada y te echa el humo en la cara. Toses. Intentas decir algo, pero no te salen las palabras. El otro vuelve a preguntarte. ¿Dónde está la pasta? ¿Cuántas veces has oído la misma cantinela? La misma que ellos han escuchado la tuya: ¿qué pasta? No sé de qué me habláis. Esto debe ser un error.
Pero no hay golpe. En su lugar aparece un 38 brillando de manera amenazadora. Te apuntan con él a la cara. Entre ceja y ceja. Se te seca la boca y el corazón te late desbocado, golpeando en tus sienes.
El tacto del cañón es áspero. Lo aprieta con fuerza contra tu frente. Suplicas con la mirada, mientras repites una y otra vez no, no, por favor.
Su dedo índice aprieta levemente el gatillo. Ves cómo el tambor empieza a alejarse de su posición de equilibrio. Un nudo en la boca del estómago te impide tragar saliva. En su lugar sientes náuseas. El dedo sigue avanzando. Sin prisas. El martillo sigue retrocediendo. Hasta que se escucha un clic metálico. Después, no pasa nada. El arma deja de ejercer presión. El que la empuña se aleja sonriendo. Vomitas sobre tus piernas. Todo a tu alrededor empieza a cobrar vida. Focos de plató televisivo te ciegan. Suenan aplausos y risas enlatadas. El punto rojo que veías es una cámara. De detrás aparece un tío con un traje caro y el pelo engominado. Miras a tu alrededor sin comprender nada.
Bienvenidos al últimoreallity que está causando furor en medio mundo exclama con una sonrisa que parece sacada de un anuncio de dentífrico. Sea un hampón por un día.
No entiendes nada. Entran dos azafatas que se te acercan y te quitan las esposas. Te cuesta mantener en pie. El presentador te mira y te hace un guiño.
Dígame, ¿qué se siente?
Tartamudeas. Los que te han sacudido se encogen de hombros. Como diciendo, chico nos pagan por esto. Las facturas hay que pagarlas. No era nada personal.
Parece que aún no ha asimilado del todo bien lo que ha pasado sigue diciendo. No hay prisa, amigo. Hampa TV seguirá en directo después de la publicidad. Mientras tanto, siéntese y descanse. A la vuelta de los anuncios le entregaremos su cheque como primer finalista del concurso sonrisa a la cámara y una voz enoffque anuncia: estamos fuera.
Las luces del plató mueren. Los aplausos enmudecen y tú te quedas solo en mitad de la nada, con ganas de preguntar a alguien cuándo se emite para verlo con los colegas y disfrutar de tu éxito televisivo.

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