Viernes!!! La semana agoniza y aquí tenéis una nueva entrega (12/15). Ya queda poco. Paciencia. Las cosas empiezan a casar. Disfrutadla y aguantad un poco. El próximo viernes todo habrá acabado y os llevaréis una grata sorpresa. Palabra.
A la hora acordada estás en el
aparcamiento del Desert Arizona. No hay un alma. Te sientes como en
una puta peli del oeste. Faltan las pelotas rodantes y que el reloj
del campanario marque las doce y empiece el tiroteo. Enciendes un
cigarro. Miras tus dedos amarillentos. Has perdido la cuenta de
cuánto has fumado en las últimas horas, pero a juzgar por las
flemas que escupes, deduces que bastante. Das una calada, apoyándote
contra la pared. Es triste acudir andando a una cita de este calibre,
pero Sophie no te ha dejado el coche. Ha sido tajante al respecto. Si
ella no iba, el coche tampoco. La situación bastante ridícula. Ella
enfadada. Tú, pasando del tema. Parecía una puta pelea de
enamorados, pero sin reconciliación en la cama. Para darle más
énfasis te has largado dando un portazo. Ella ha roto a llorar, o
eso crees. A fin de cuentas no estabas para comprobarlo, ni te has
quedado a escuchar desde el pasillo. Te has limitado a decir a la
señora Shamarovich que la vigilase. Si salía de la habitación, que
te llamara a la hamburguesería. Cinco pavos cambiando de mano y
asunto resuelto. El dinero compra voluntades, corrompe jurados y, no
iba a ser una excepción, hace que una entrañable casera desdentada
el mejor de los espías.
Con cinco minutos de retraso, ves
llegar el coche de Vlad. Un Chevy de color granate de 1937,
destartalado y con cercos de óxido en el capó. Aparca lejos. Pero
aún así, intuyes una segunda cabeza dentro. A juzgar por el
peinado, podría tratarse de una tía. No tienes tiempo para pensar
más. Vlad se baja del coche con esfuerzo y avanza hacia ti. Está
más gordo que la última vez que os visteis. Parece que el negocio
le va bastante bien. Llega a tu altura y te sonríe. Su dentadura
sigue siendo pésima y el aliento le apesta a alcohol.
- ¿Tienes lo que te pedí?-
preguntas, aguantándole la mirada.
Se carcajea. La papada le baila
bajo el sol, empapada en sudor como si acabara de salir de una jodida
sauna.
- Tranquilo. En el coche tengo el
contacto de O´hara. ¿Vienes con nosotros?
- Primero lo mío.
- ¿La pasta?
- Primero el arma y la dirección.
Cuando acabe el negocio, pago- respondes, tajante.
- Sin dinero no hay negocio. Esto
es América, no la Unión Soviética.
- Tienes mi palabra, Vlad.
Cuando...
- Niet!- niega con el dedo como
un niño gordo rechazando un plato de coles de bruselas-. La pasta o
no hay trato.
- No hay trato- le miras
fijamente-. Pero por ninguna de las dos partes.
- Ven con nosotros. Hablemos de
negocios- vuelve a señalar el coche.
Ahora te toca a ti negar con la
cabeza. Vlad se encoge de hombros. Estáis en tablas y tú tienes las
de perder. O´hara podría encontrarte sin problemas gracias a Vlad,
y cargarte el marrón del motel o lo que le salga de los huevos. Eres
un puto ex presidiario y él un pasma. Mala pareja de baile. Una
nueva calada. Larga. Necesitas pensar con calma. En el horizonte se
empiezan a formar nubes negras y amenazadoras.
- Quiero garantías...
- Eso háblalo con O´hara o con
su chica. Vamos a dar un paseo y hablamos.
- Está bien- te resignas,
tirando la colilla al suelo-. Cuéntame.
Te veo desde dentro del coche y
eres un bombón, encanto. Llevo esperando a alguien como tú toda mi
vida. Fuerte. De mirada dura. Con ese puntito de tipo peligroso que
tanto me pone. No al estilo del gasta fichas de casino o el matón de
seguridad. No. Tú destilas chulería, experiencia. Estoy como loca
por bajarme de aquí, escapar de este pestazo a alcohol, tabaco y
vete tú a saber qué más y llevarte a mi habitación. Pasaríamos
un buen rato. Nos lo montaríamos bastante bien los dos solos. Tengo
bebida, droga y lo que me pidas... Pero tengo que esperar. Ahí está
el puto Vlad hablando contigo. Jodido cerdo ruso. No sé como puedes
mantener una conversación tan larga con él. Yo ya habría vomitado
tres veces. No le hagas caso, encanto. Mírame a mí. Estoy por salir
desnuda para que me veas. Me enciendo sólo con mirarte. Aquí dentro
hace mucho calor. Me sobra la ropa. ¿Quieres jugar a quitármela con
los dientes?
- Entendido, Vlad. 48 horas y
tendré el arma. Tú 500 pavos. O´hara lo que anda buscando y todos
contentos, ¿hecho?
- Da!
Os estrecháis la mano. Pacto
entre caballeros. Todo está hablado. La fiesta empezará pronto.
Cena en el Dinner Imperium, uno de los restaurantes más lujosos de
la ciudad. Sophie estará contenta. Tú también. Los dos felices. En
el parking, cambio de planes. Ella se llevará una sorpresa. Tú la
bolsa con la pasta. O´hara satisfecho. Todos salís ganando. Has
tratado de alargar un poco la situación hasta haber pillado la
manteca del seguro, pero no ha podido ser. Tres de los grandes,
quitando la parte de Vlad, siguen siendo una buena cantidad. La
suficiente para terminar lo que has ido a hacer en Las Vegas y
buscarte la vida en la Costa Este. El cómo, es lo de menos. Tu
currículum y tu fama te preceden. No será demasiado complicado
hacerse un hueco en el hampa allá donde vayas.
Empieza a llover. Primero con
sutileza, como si la lluvia temiera interrumpir vuestro apretón de
manos. Para, a continuación, jarrear, como diciendo: a mí que
cojones me importan vuestras mierdas.
- ¿No me vas a presentar a tu
acompañante?- preguntas, tratando de guarecerte de la lluvia bajo el
techo de cinc del aparcamiento.
Vlad se ríe. Asiente y te dice
que sin problema.
- Sólo un detalle- aclara-.
Delante de ella estoy retirado y soy un paleto moscovita.
No preguntas el por qué. Él
sabrá las razones y no te apetece ponerte a preguntar.
- Sin problema- dices, dándole
una palmada en la espalda-. ¿Sigue habiendo teléfono ahí dentro?-
preguntas, señalando la hamburguesería, aunque sabes perfectamente
la respuesta.
Vlad dice que sí con la cabeza.
Le dices que espere un minuto y entras.
Cinco minutos más tarde. Después
de una conversación acalorada con Sophie. Nuevas amenazas de coger
el dinero y desaparecer. La promesa de una cena en dos días en el
restaurante más caro de la ciudad. Una calma tensa entre los dos.
Una tregua. Ella fingiendo preocupación por lo que te pueda pasar.
Tú, quitando hierro al asunto. Y una despedida fría que suena como
una sentencia a muerte, cuelgas el teléfono. Te sientes ridículo.
Definitivamente parecéis una jodida pareja en crisis. Y todo por
decir que llegarás tarde y que no te espere levantada.
Sales de la cafetería
contrariado e incómodo. Odias que te controlen, y la detestas por
ello. Pero, por otro lado, sabes que de no haber sido por Sophie aún
estarías de camino hacia Las Vegas, o, peor aún, metido en líos.
Fuera, empapado hasta las cejas,
Vlad sigue donde le has dejado. Te saluda con un ademán. La papada
le chorrea. Todo él rezuma agua. Parece una puta fiera acuática
recién sacada del océano. Te señala el coche. Os encamináis a él
en silencio. Algo te dice que, una vez más,la Ciudad del Pecado se
dispone a abrir sus puertas de par en par para que pases un buen
rato.
No ha estado nada mal, encanto.
Nada mal. Todo ha transcurrido muy rápido. Tú y yo despidiéndonos
de Vlad. Mi habitación. Mis fotografías tiradas por el suelo. El
desagradable momento de ver el vómito sobre la moqueta. La cama sin
hacer. El servicio de habitaciones cumple con su trabajo: no entrar,
a no ser que yo se lo pida. Después de esta primera impresión,
momento de asaltar el mueble bar. Y al tema. Has descubierto cosas
que ni tú mismo conocías, ¿verdad? Esa reticencia a que te
acariciara la próstata, y luego, lo de siempre: más, querías más
de ese placer oscuro y desconocido.
Aunque tú también has estado a
la altura de lo que esperaba. Tu cabeza entre mis piernas. La manera
que has tenido de penetrarme. En fin, parecía que los habíamos
nacido para esto: follar como potros, complaciéndonos mutuamente. De
todos los amantes que he tenido, créeme, eres de los mejores.
Lástima lo que está por pasarte. Pero así es la vida. Sales de un
lugar húmedo y oscuro llamado útero, para acabar en otro similar
llamado tumba. Lo que hagas mientras haya luz depende de ti. A eso se
resume todo. Así que por muy bueno que seas en la cama, no me
preocupa demasiado lo que te espera a la vuelta de la esquina. La
vida sigue, y mientras me queden fuerzas seguiré haciendo lo que más
me gusta: acostarme con tíos como tú. Recibir atenciones y cariños.
Corresponderlos si lo creo oportuno y necesario para salirme con la
mía, y, claro, acabar cobrando mi recompensa.
Pero mírate. Estás tan mono
dormido, encanto. Parece que no hubieras roto un plato en la vida. El
ceño fruncido, como si que pensaras en problemas sin solución. Me
paseo desnuda a tu alrededor. Me siento caliente. Tengo ganas de más.
¿Te importa si me siento delante tuya y me masturbo? Si despiertas
por mis gritos, será un bonito recuerdo que llevarte a la tumba. Y
si no, pues será un secreto, uno más, entre esta habitación y yo.
-Continará-