miércoles, 18 de febrero de 2015

Octavo Acto o Un As en La Manga

Miércoles. Nueva entrega. La madeja sigue desenredándose, pero aún queda bastante por delante (8/15). ¿Qué pasará para que el protagonista acabe como ha acabado? Tiempo al tiempo. De momento, disfrutad con este nuevo capítulo. El viernes una nueva entrega...

Suena el teléfono en la habitación. Abro los ojos. Todo me da vueltas. Estoy demasiado borracha. Decenas de fotos mías, desnuda frente a un espejo en poses más o menos sugerentes, dan cuenta de cómo el alcohol se ha ido adueñando de mí. El timbre del teléfono me taladra el cerebro. Siento náuseas. Al fin lo encuentro. Me acerco a él gateando, más como un gato callejero que como la tigresa sensual que tanto me gusta ser. Sofoco una arcada. La acidez de un estómago resacoso trepa por mi garganta.
- ¿Sí?- pregunto, tratando de hacer que mi voz suene lo más normal posible.
- Tiene una llamada- dice la recepcionista del hotel. ¿Betty? ¿Lucy? No sé quién es exactamente, sólo sé que yo soy lo que siempre habría querido ser y me envidia por ello-. ¿Se la paso?
- ¿Ha dicho quién es o qué quería?
Me siento en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, tratando de encontrar un punto de apoyo que haga que todo se detenga y del mundo deje de girar a mil quinientas revoluciones por minuto a mi alrededor.
- Lo siento, sólo ha dicho su nombre. Nada más.
- ¿Quién es?- una nueva arcada me hace tragar saliva antes de hablar.
- James O´hara. ¿le conoce?
James O´hara. El sargento James O´hara. Que me llame sólo puede significar una cosa: necesita algo de mí. Y si James O´hara necesita algo de alguien, ese alguien sólo puede hacer dos cosas: satisfacerle, o desaparecer del mapa.
- Sí, sí. Le conozco- digo al fin, atusándome el pelo de manera incosciente-. Pásamelo.
Cuelgo y espero a que la recepcionista pase la llamada. El teléfono vuelve a sonar, haciendo que cada timbrazo suene más agudo en mis sientes que el anterior. Al quinto descuelgo el auricular.
- Hola, O´hara- digo, tratando de sonar seductora, aunque mi estado anímico y físico sean cualquier cosa menos sensuales y seductores.
- No estoy para juegos ni gilipolleces. Tenemos un problema. Necesito que me hagas un encargo.
¿Estamos? ¿Él y yo? El mayor defecto de O´hara, como el de todos los hombres, es que le gusta pensar demasiado en plural, metiéndome dentro de su vida más de lo que estoy dispuesta a tolerar. Ya no estoy bajo sus redes. Soy libre. Hace tiempo que me libré de sus chantajes de poli malo de novela barata. Tengo mis propios contactos y puedo buscarle las cosquillas si me lo propongo. Aunque parece que él aún no ha caído en la cuenta y por eso sigue tratando de arrastrarme en su caída. Sin embargo, prefiero obviar este hecho y le sigo el juego. Ya tendremos tiempo de poner las cosas en su sitio cuando O´hara esté más calmado.
- ¿De qué se trata?
- Tienes que encontrar a alguien. ¿Tienes para apuntar unos datos?
- O´hara, encanto, soy una promesa del cine. No un detective, ¿cómo quieres que encuentre a alguien en Las Vegas?
Al otro lado O´hara da un trago y sofoca un eructo.
- Preciosa- dice con calma, midiendo sus palabras y sus silencios de una manera que me pone nerviosa-. Recuerda esto: eres una promesa del cine porque YO te presenté a las personas adecuadas. ¿Qué eras antes? Una puta más en un sórdido club de carretera. Si YO caigo, las personas que ahora te ríen las gracias y te consienten todas tus excentricidades y caprichos, no dudarán en darte la patada en ese culo respingón que tienes. ¿Me sigues?
No aguanto más. Las palabras de O´hara han acabado de revolverme el estómago. Vomito. La imagen debe ser dantesca. Desnuda. Con el auricular del teléfono en alto y la cabeza ente las piernas, con la boca abierta y finos hilos de baba cayendo sobre la moqueta, mezclándose con el vómito.
- Te sigo O´hara, te sigo- digo al fin, secándome la barbilla con la palma de la mano que tengo libre-.¿Qué quieres que haga?
El disfraz de chica ingenua que saca las garras para aprovecharse de la situación ha caído. Tengo verdadero pánico. No soy más que una puta cría de veinte años asustada. Quiero llorar. Gritar. Desahogarme. Pero no serviría de nada. O´hara es implacable. Muchas de sus chicas han acabado abiertas en canal como una res en el matadero. Aunque conmigo siempre ha sido distinto. Yo he sido su protegida. Supe camelármele hasta ser su niña mimada. Y ahora veo que no. Que todo era fachada. O´hara es letal cuando ha de serlo. Duro. Capaz de matar a palos a alguien en comisaría, o de hacerte saber que no eres más que una mierda cubierta de caramelo; y que si él cae, se encargará personalmente de hacer que lo único que quede a flote sea la mierda. Nada más.
- ¿Sigues ahí?
- Sí. Sigo aquí- susurro. Una mano invisible me ahoga y no puedo hablar más alto.
- Bien. En dos días estaré por allí. Iré a buscarte. Fingiremos ser una pareja normal. Tú, una chica encantadora y yo, un puto viejo pervertido deseoso de echarte un par de polvos antes de que me dé un infarto, como en los viejos tiempos. ¿Me sigues?
- Te sigo.
- Bien. Mientras tanto, estate atenta a lo que pase. Las Vegas no son Nueva York. Llama a quien tengas que llamar. Habla con quien tengas que hablar. Pero cuando llegue allí, necesito saber algo más sobre nuestro problema.
- ¿Quién es?
- Una mujer. Se llama Sophie. No sé si va sola o acompañada. En algún lugar tendrán que dormir. Investiga. Cuarenta años. Pelo caoba. Ojos claros. Tiene un Cadillac rosa...
- Las Vegas es un lugar de paso, no sé si...
- Quiero resultados.
Un sonido brusco me dice que el hijo de puta de James O´hara ha colgado. Me quedo con el auricular en la mano y la mirada perdida en mi vómito. Debo parecer una muñeca rota con la que nadie quiera jugar ya; pero no. No estoy rota, aún. Tengo que cumplir con el encargo de O´hara, o las cosas se van a poner muy difíciles para mí. Necesito pensar. Un baño reconfortante, un par de barbitúricos y mi cabeza estará lista para funcionar. Desde el suelo, mis fotografías me miran con lascivia. Cierro los ojos. Me pongo en pie y me dirijo al cuarto de baño a trompicones. El grifo escupe un chorro de agua caliente. El vaho empieza a empañar en el espejo. Me veo reflejada en él a través de una densa niebla. El brillo de una cuchilla de afeitar en el lavabo me hace guiños, hablándome de una vía rápida de acabar con todo. Siento un escalofrío. La acaricio. Su tacto es suave, afilado. Cierro los ojos una vez más y suspiro. Me meto en la bañera y dejo que el agua empape mi cuerpo. Me sumerjo entera. Aguanto la respiración hasta que el pecho me arde. Trato de aguantar un poco más. Vuelvo a la superficie, sofocada. El pelo cayéndome por la cara. Un nombre retumba en mis tímpanos. Él es la solución. Sonrío. Vuelvo a meter la cabeza bajo el agua. Puede que aún haya alguna esperanza.

-Continuará-

No hay comentarios:

Publicar un comentario