Miércoles. Nueva entrega. La madeja sigue desenredándose, pero aún queda bastante por delante (8/15). ¿Qué pasará para que el protagonista acabe como ha acabado? Tiempo al tiempo. De momento, disfrutad con este nuevo capítulo. El viernes una nueva entrega...
Suena el teléfono en la
habitación. Abro los ojos. Todo me da vueltas. Estoy demasiado
borracha. Decenas de fotos mías, desnuda frente a un espejo en poses
más o menos sugerentes, dan cuenta de cómo el alcohol se ha ido
adueñando de mí. El timbre del teléfono me taladra el cerebro.
Siento náuseas. Al fin lo encuentro. Me acerco a él gateando, más
como un gato callejero que como la tigresa sensual que tanto me gusta
ser. Sofoco una arcada. La acidez de un estómago resacoso trepa por
mi garganta.
- ¿Sí?- pregunto, tratando de
hacer que mi voz suene lo más normal posible.
- Tiene una llamada- dice la
recepcionista del hotel. ¿Betty? ¿Lucy? No sé quién es
exactamente, sólo sé que yo soy lo que siempre habría querido ser
y me envidia por ello-. ¿Se la paso?
- ¿Ha dicho quién es o qué
quería?
Me siento en el suelo, con la
espalda apoyada en la pared, tratando de encontrar un punto de apoyo
que haga que todo se detenga y del mundo deje de girar a mil
quinientas revoluciones por minuto a mi alrededor.
- Lo siento, sólo ha dicho su
nombre. Nada más.
- ¿Quién es?- una nueva arcada
me hace tragar saliva antes de hablar.
- James O´hara. ¿le conoce?
James O´hara. El sargento James
O´hara. Que me llame sólo puede significar una cosa: necesita algo
de mí. Y si James O´hara necesita algo de alguien, ese alguien sólo
puede hacer dos cosas: satisfacerle, o desaparecer del mapa.
- Sí, sí. Le conozco- digo al
fin, atusándome el pelo de manera incosciente-. Pásamelo.
Cuelgo y espero a que la
recepcionista pase la llamada. El teléfono vuelve a sonar, haciendo
que cada timbrazo suene más agudo en mis sientes que el anterior. Al
quinto descuelgo el auricular.
- Hola, O´hara- digo, tratando
de sonar seductora, aunque mi estado anímico y físico sean
cualquier cosa menos sensuales y seductores.
- No estoy para juegos ni
gilipolleces. Tenemos un problema. Necesito que me hagas un encargo.
¿Estamos? ¿Él y yo? El mayor
defecto de O´hara, como el de todos los hombres, es que le gusta
pensar demasiado en plural, metiéndome dentro de su vida más de lo
que estoy dispuesta a tolerar. Ya no estoy bajo sus redes. Soy libre.
Hace tiempo que me libré de sus chantajes de poli malo de novela
barata. Tengo mis propios contactos y puedo buscarle las cosquillas
si me lo propongo. Aunque parece que él aún no ha caído en la
cuenta y por eso sigue tratando de arrastrarme en su caída. Sin
embargo, prefiero obviar este hecho y le sigo el juego. Ya tendremos
tiempo de poner las cosas en su sitio cuando O´hara esté más
calmado.
- ¿De qué se trata?
- Tienes que encontrar a alguien.
¿Tienes para apuntar unos datos?
- O´hara, encanto, soy una
promesa del cine. No un detective, ¿cómo quieres que encuentre a
alguien en Las Vegas?
Al otro lado O´hara da un trago
y sofoca un eructo.
- Preciosa- dice con calma,
midiendo sus palabras y sus silencios de una manera que me pone
nerviosa-. Recuerda esto: eres una promesa del cine porque YO te
presenté a las personas adecuadas. ¿Qué eras antes? Una puta más
en un sórdido club de carretera. Si YO caigo, las personas que ahora
te ríen las gracias y te consienten todas tus excentricidades y
caprichos, no dudarán en darte la patada en ese culo respingón que
tienes. ¿Me sigues?
No aguanto más. Las palabras de
O´hara han acabado de revolverme el estómago. Vomito. La imagen
debe ser dantesca. Desnuda. Con el auricular del teléfono en alto y
la cabeza ente las piernas, con la boca abierta y finos hilos de baba
cayendo sobre la moqueta, mezclándose con el vómito.
- Te sigo O´hara, te sigo- digo
al fin, secándome la barbilla con la palma de la mano que tengo
libre-.¿Qué quieres que haga?
El disfraz de chica ingenua que
saca las garras para aprovecharse de la situación ha caído. Tengo
verdadero pánico. No soy más que una puta cría de veinte años
asustada. Quiero llorar. Gritar. Desahogarme. Pero no serviría de
nada. O´hara es implacable. Muchas de sus chicas han acabado
abiertas en canal como una res en el matadero. Aunque conmigo siempre
ha sido distinto. Yo he sido su protegida. Supe camelármele hasta
ser su niña mimada. Y ahora veo que no. Que todo era fachada. O´hara
es letal cuando ha de serlo. Duro. Capaz de matar a palos a alguien
en comisaría, o de hacerte saber que no eres más que una mierda
cubierta de caramelo; y que si él cae, se encargará personalmente
de hacer que lo único que quede a flote sea la mierda. Nada más.
- ¿Sigues ahí?
- Sí. Sigo aquí- susurro. Una
mano invisible me ahoga y no puedo hablar más alto.
- Bien. En dos días estaré por
allí. Iré a buscarte. Fingiremos ser una pareja normal. Tú, una
chica encantadora y yo, un puto viejo pervertido deseoso de echarte
un par de polvos antes de que me dé un infarto, como en los viejos
tiempos. ¿Me sigues?
- Te sigo.
- Bien. Mientras tanto, estate
atenta a lo que pase. Las Vegas no son Nueva York. Llama a quien
tengas que llamar. Habla con quien tengas que hablar. Pero cuando
llegue allí, necesito saber algo más sobre nuestro problema.
- ¿Quién es?
- Una mujer. Se llama Sophie. No
sé si va sola o acompañada. En algún lugar tendrán que dormir.
Investiga. Cuarenta años. Pelo caoba. Ojos claros. Tiene un Cadillac
rosa...
- Las Vegas es un lugar de paso,
no sé si...
- Quiero resultados.
Un sonido brusco me dice que el
hijo de puta de James O´hara ha colgado. Me quedo con el auricular
en la mano y la mirada perdida en mi vómito. Debo parecer una muñeca
rota con la que nadie quiera jugar ya; pero no. No estoy rota, aún.
Tengo que cumplir con el encargo de O´hara, o las cosas se van a
poner muy difíciles para mí. Necesito pensar. Un baño
reconfortante, un par de barbitúricos y mi cabeza estará lista para
funcionar. Desde el suelo, mis fotografías me miran con lascivia.
Cierro los ojos. Me pongo en pie y me dirijo al cuarto de baño a
trompicones. El grifo escupe un chorro de agua caliente. El vaho
empieza a empañar en el espejo. Me veo reflejada en él a través de
una densa niebla. El brillo de una cuchilla de afeitar en el lavabo
me hace guiños, hablándome de una vía rápida de acabar con todo.
Siento un escalofrío. La acaricio. Su tacto es suave, afilado.
Cierro los ojos una vez más y suspiro. Me meto en la bañera y dejo
que el agua empape mi cuerpo. Me sumerjo entera. Aguanto la
respiración hasta que el pecho me arde. Trato de aguantar un poco
más. Vuelvo a la superficie, sofocada. El pelo cayéndome por la
cara. Un nombre retumba en mis tímpanos. Él es la solución.
Sonrío. Vuelvo a meter la cabeza bajo el agua. Puede que aún haya
alguna esperanza.
-Continuará-
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