viernes, 27 de febrero de 2015

Décimo Segundo Acto o Empieza el Baile

Viernes!!! La semana agoniza y aquí tenéis una nueva entrega (12/15). Ya queda poco. Paciencia. Las cosas empiezan a casar. Disfrutadla y aguantad un poco. El próximo viernes todo habrá acabado y os llevaréis una grata sorpresa. Palabra.

A la hora acordada estás en el aparcamiento del Desert Arizona. No hay un alma. Te sientes como en una puta peli del oeste. Faltan las pelotas rodantes y que el reloj del campanario marque las doce y empiece el tiroteo. Enciendes un cigarro. Miras tus dedos amarillentos. Has perdido la cuenta de cuánto has fumado en las últimas horas, pero a juzgar por las flemas que escupes, deduces que bastante. Das una calada, apoyándote contra la pared. Es triste acudir andando a una cita de este calibre, pero Sophie no te ha dejado el coche. Ha sido tajante al respecto. Si ella no iba, el coche tampoco. La situación bastante ridícula. Ella enfadada. Tú, pasando del tema. Parecía una puta pelea de enamorados, pero sin reconciliación en la cama. Para darle más énfasis te has largado dando un portazo. Ella ha roto a llorar, o eso crees. A fin de cuentas no estabas para comprobarlo, ni te has quedado a escuchar desde el pasillo. Te has limitado a decir a la señora Shamarovich que la vigilase. Si salía de la habitación, que te llamara a la hamburguesería. Cinco pavos cambiando de mano y asunto resuelto. El dinero compra voluntades, corrompe jurados y, no iba a ser una excepción, hace que una entrañable casera desdentada el mejor de los espías.
Con cinco minutos de retraso, ves llegar el coche de Vlad. Un Chevy de color granate de 1937, destartalado y con cercos de óxido en el capó. Aparca lejos. Pero aún así, intuyes una segunda cabeza dentro. A juzgar por el peinado, podría tratarse de una tía. No tienes tiempo para pensar más. Vlad se baja del coche con esfuerzo y avanza hacia ti. Está más gordo que la última vez que os visteis. Parece que el negocio le va bastante bien. Llega a tu altura y te sonríe. Su dentadura sigue siendo pésima y el aliento le apesta a alcohol.
- ¿Tienes lo que te pedí?- preguntas, aguantándole la mirada.
Se carcajea. La papada le baila bajo el sol, empapada en sudor como si acabara de salir de una jodida sauna.
- Tranquilo. En el coche tengo el contacto de O´hara. ¿Vienes con nosotros?
- Primero lo mío.
- ¿La pasta?
- Primero el arma y la dirección. Cuando acabe el negocio, pago- respondes, tajante.
- Sin dinero no hay negocio. Esto es América, no la Unión Soviética.
- Tienes mi palabra, Vlad. Cuando...
- Niet!- niega con el dedo como un niño gordo rechazando un plato de coles de bruselas-. La pasta o no hay trato.
- No hay trato- le miras fijamente-. Pero por ninguna de las dos partes.
- Ven con nosotros. Hablemos de negocios- vuelve a señalar el coche.
Ahora te toca a ti negar con la cabeza. Vlad se encoge de hombros. Estáis en tablas y tú tienes las de perder. O´hara podría encontrarte sin problemas gracias a Vlad, y cargarte el marrón del motel o lo que le salga de los huevos. Eres un puto ex presidiario y él un pasma. Mala pareja de baile. Una nueva calada. Larga. Necesitas pensar con calma. En el horizonte se empiezan a formar nubes negras y amenazadoras.
- Quiero garantías...
- Eso háblalo con O´hara o con su chica. Vamos a dar un paseo y hablamos.
- Está bien- te resignas, tirando la colilla al suelo-. Cuéntame.

Te veo desde dentro del coche y eres un bombón, encanto. Llevo esperando a alguien como tú toda mi vida. Fuerte. De mirada dura. Con ese puntito de tipo peligroso que tanto me pone. No al estilo del gasta fichas de casino o el matón de seguridad. No. Tú destilas chulería, experiencia. Estoy como loca por bajarme de aquí, escapar de este pestazo a alcohol, tabaco y vete tú a saber qué más y llevarte a mi habitación. Pasaríamos un buen rato. Nos lo montaríamos bastante bien los dos solos. Tengo bebida, droga y lo que me pidas... Pero tengo que esperar. Ahí está el puto Vlad hablando contigo. Jodido cerdo ruso. No sé como puedes mantener una conversación tan larga con él. Yo ya habría vomitado tres veces. No le hagas caso, encanto. Mírame a mí. Estoy por salir desnuda para que me veas. Me enciendo sólo con mirarte. Aquí dentro hace mucho calor. Me sobra la ropa. ¿Quieres jugar a quitármela con los dientes?

- Entendido, Vlad. 48 horas y tendré el arma. Tú 500 pavos. O´hara lo que anda buscando y todos contentos, ¿hecho?
- Da!
Os estrecháis la mano. Pacto entre caballeros. Todo está hablado. La fiesta empezará pronto. Cena en el Dinner Imperium, uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad. Sophie estará contenta. Tú también. Los dos felices. En el parking, cambio de planes. Ella se llevará una sorpresa. Tú la bolsa con la pasta. O´hara satisfecho. Todos salís ganando. Has tratado de alargar un poco la situación hasta haber pillado la manteca del seguro, pero no ha podido ser. Tres de los grandes, quitando la parte de Vlad, siguen siendo una buena cantidad. La suficiente para terminar lo que has ido a hacer en Las Vegas y buscarte la vida en la Costa Este. El cómo, es lo de menos. Tu currículum y tu fama te preceden. No será demasiado complicado hacerse un hueco en el hampa allá donde vayas.
Empieza a llover. Primero con sutileza, como si la lluvia temiera interrumpir vuestro apretón de manos. Para, a continuación, jarrear, como diciendo: a mí que cojones me importan vuestras mierdas.
- ¿No me vas a presentar a tu acompañante?- preguntas, tratando de guarecerte de la lluvia bajo el techo de cinc del aparcamiento.
Vlad se ríe. Asiente y te dice que sin problema.
- Sólo un detalle- aclara-. Delante de ella estoy retirado y soy un paleto moscovita.
No preguntas el por qué. Él sabrá las razones y no te apetece ponerte a preguntar.
- Sin problema- dices, dándole una palmada en la espalda-. ¿Sigue habiendo teléfono ahí dentro?- preguntas, señalando la hamburguesería, aunque sabes perfectamente la respuesta.
Vlad dice que sí con la cabeza. Le dices que espere un minuto y entras.

Cinco minutos más tarde. Después de una conversación acalorada con Sophie. Nuevas amenazas de coger el dinero y desaparecer. La promesa de una cena en dos días en el restaurante más caro de la ciudad. Una calma tensa entre los dos. Una tregua. Ella fingiendo preocupación por lo que te pueda pasar. Tú, quitando hierro al asunto. Y una despedida fría que suena como una sentencia a muerte, cuelgas el teléfono. Te sientes ridículo. Definitivamente parecéis una jodida pareja en crisis. Y todo por decir que llegarás tarde y que no te espere levantada.
Sales de la cafetería contrariado e incómodo. Odias que te controlen, y la detestas por ello. Pero, por otro lado, sabes que de no haber sido por Sophie aún estarías de camino hacia Las Vegas, o, peor aún, metido en líos.
Fuera, empapado hasta las cejas, Vlad sigue donde le has dejado. Te saluda con un ademán. La papada le chorrea. Todo él rezuma agua. Parece una puta fiera acuática recién sacada del océano. Te señala el coche. Os encamináis a él en silencio. Algo te dice que, una vez más,la Ciudad del Pecado se dispone a abrir sus puertas de par en par para que pases un buen rato.

No ha estado nada mal, encanto. Nada mal. Todo ha transcurrido muy rápido. Tú y yo despidiéndonos de Vlad. Mi habitación. Mis fotografías tiradas por el suelo. El desagradable momento de ver el vómito sobre la moqueta. La cama sin hacer. El servicio de habitaciones cumple con su trabajo: no entrar, a no ser que yo se lo pida. Después de esta primera impresión, momento de asaltar el mueble bar. Y al tema. Has descubierto cosas que ni tú mismo conocías, ¿verdad? Esa reticencia a que te acariciara la próstata, y luego, lo de siempre: más, querías más de ese placer oscuro y desconocido.
Aunque tú también has estado a la altura de lo que esperaba. Tu cabeza entre mis piernas. La manera que has tenido de penetrarme. En fin, parecía que los habíamos nacido para esto: follar como potros, complaciéndonos mutuamente. De todos los amantes que he tenido, créeme, eres de los mejores. Lástima lo que está por pasarte. Pero así es la vida. Sales de un lugar húmedo y oscuro llamado útero, para acabar en otro similar llamado tumba. Lo que hagas mientras haya luz depende de ti. A eso se resume todo. Así que por muy bueno que seas en la cama, no me preocupa demasiado lo que te espera a la vuelta de la esquina. La vida sigue, y mientras me queden fuerzas seguiré haciendo lo que más me gusta: acostarme con tíos como tú. Recibir atenciones y cariños. Corresponderlos si lo creo oportuno y necesario para salirme con la mía, y, claro, acabar cobrando mi recompensa.
Pero mírate. Estás tan mono dormido, encanto. Parece que no hubieras roto un plato en la vida. El ceño fruncido, como si que pensaras en problemas sin solución. Me paseo desnuda a tu alrededor. Me siento caliente. Tengo ganas de más. ¿Te importa si me siento delante tuya y me masturbo? Si despiertas por mis gritos, será un bonito recuerdo que llevarte a la tumba. Y si no, pues será un secreto, uno más, entre esta habitación y yo.


-Continará-

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