Y aquí estamos una vez más. Lunes. Empezando la semana y con una nueva entrega. ¿Qué más podemos pedir? Espero que os guste. Hoy lo que traigo es breve, un interludio. La historia continúa, y dentro de poco las piezas sueltas irán casando. Clac, clac (2/15). De momento, paciencia. Leer y disfrutar. No os queda otra.
Nos vemos en pocos días.
Hola encanto. ¿Qué tal todo?
Sí, ya sé que aún no nos conocemos, pero tranquilo, no te
preocupes, pronto tendremos el placer de compartir tiempo y fluidos.
¿Cuándo? ¿Dónde? ¿A qué precio? No nos precipitemos. Cuando yo
decida. Donde yo quiera. A cambio de algo bastante sencillo: joderte
la vida sin razón aparente. Soy así. Una mujer fatal podría
decirse, pero disfruto con ello. Una hembra de mantis religiosa que
usa al macho para satisfacer sus más bajos instintos reproductivos y
luego lo devora. Sí, eso valdría para describirme, pero marcando
dos matices necesarios. No lo hago con fines de procrear, ni mucho
menos. Lo hago porque sí. Mi carácter es el que es y hago justicia
a mi recuerdo. ¿Sabes lo que es que el quarterback del equipo
de fútbol te utilice para darle celos a la capitana de animadoras?
No, claro que no. No tienes ni puta idea del asunto. De lo que es
tener quince años y ser un jodido cero a la izquierda. Un ser
espectral de piel lechosa y ojos claros. Pero claro, tú debías ser
de los otros. De los guays. De los que se lo montaban en el
aparcamiento de profesores con las repetidoras y matabais el tiempo
pisoteando a los que eran como yo. Unos patitos feos...
… y claro, el cisne vino
después. Mi piel blanca como el papel de fumar adquirió tersura.
Más o menos a la altura donde, teóricamente, debería de tener el
corazón. Crecí. Me desarrollé. No tuve una adolescencia fácil. Es
muy duro crecer sola, sin padres, sintiendo cómo los hombres te
miraban con otros ojos y te hacían ofrecimientos a cambio de
dinero...
...y ahí es donde está mi
segunda diferencia con una mantis religiosa. No soy un bicho
repugnante de color verde y ojos saltones. No. Soy una mujer. Una
mujer seductora y sensual. Me encantan el maquillaje y pintarme los
labios de color fuego, del mismo color que tantas burlas se hacían a
costa de mi pelo. La bruja de la adolescencia dio paso a una
pelirroja atractiva y decidida. Adicta a la lencería y los corsés.
La lujuria y el deseo. Pero por encima de toda esta parafernalia, lo
que más me gusta es algo más profundo e íntimo que crece en mis
entrañas; algo que me corroe haciéndome pasar del éxtasis de un
orgasmo a una insaciable sed de venganza.
Sí, eso es. Venganza. Vendetta
que dirían los italianos de la Costa Este con sus aires de actor de
cine de los años 20, su olor a aceite de oliva y orégano y sus
trajes cortados a medida por esmerados sastres de la calle 53. Pero
esto no es la Costa Este, encanto. Eso nos pilla algo lejos. Estoy, y
estaremos, tranquilo, en Las Vegas. Solos tú, yo y el desierto. Dos
cuerpos sin vida en el maletero de un Cadillac, demasiados cabos
sueltos y un único sospechoso: tú. Porque quién va a sospechar que
una princesita de cuento, en mitad de un ataque de histeria si me
pillan en el tinglado, que llora desconsolada va a tener algo que ver
con un crimen. Los cuatro gilipollas que acudan en mi auxilio creerán
mi versión de los hechos, y se encargaran personalmente de que no
vuelvas a hacer daño a ninguna mujer indefensa como yo durante mucho
tiempo, o, quien sabe, decidan que sus actos tengan efectos
duraderos. Para siempre. Quién sabe. Esto es la Ciudad del Pecado.
Todo es vicio, azar y suerte. Lanzar una moneda al aire y apostar.
Lástima que en tu caso la moneda tenga dos caras y juegue con
ventaja ante tu futuro.
De todas formas, lancémosla al
aire y mientras creas que aún tienes oportunidades y esperanza,
dejemos que el tiempo pase y disfrutémoslo.
Te espero encanto. No me hagas
esperar. Estoy sin tabaco y sola. Se buen chico y acude a mi llamada.
Te espero en mi habitación. En la bañera. Desnuda entre la espuma.
Una botella de champán metida en hielo y sábanas de satén con mi
aroma te esperan. Suena seductor, ¿verdad? Igual que la punta de una
bala. Sensual en sus formas y al tacto, pero terriblemente letal
cuando llega la hora. Así soy yo. La bala que tiene tu nombre.
Creo que estoy algo borracha. El
champán se me está subiendo a la cabeza demasiado pronto. Sin
dejarme tiempo a jugar mi papel favorito: el de la chica fácil para
hacerte creer que eres alguien.
Ya sabes que está mal visto en
sociedad hacer esperar a una dama. Ven pronto. Aquí te espero,
encanto. No tardes...
-Continuará-
No hay comentarios:
Publicar un comentario