lunes, 2 de febrero de 2015

Interludio I

Y aquí estamos una vez más. Lunes. Empezando la semana y con una nueva entrega. ¿Qué más podemos pedir? Espero que os guste. Hoy lo que traigo es breve, un interludio. La historia continúa, y dentro de poco las piezas sueltas irán casando. Clac, clac (2/15). De momento, paciencia. Leer y disfrutar. No os queda otra.
Nos vemos en pocos días.

Hola encanto. ¿Qué tal todo? Sí, ya sé que aún no nos conocemos, pero tranquilo, no te preocupes, pronto tendremos el placer de compartir tiempo y fluidos. ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿A qué precio? No nos precipitemos. Cuando yo decida. Donde yo quiera. A cambio de algo bastante sencillo: joderte la vida sin razón aparente. Soy así. Una mujer fatal podría decirse, pero disfruto con ello. Una hembra de mantis religiosa que usa al macho para satisfacer sus más bajos instintos reproductivos y luego lo devora. Sí, eso valdría para describirme, pero marcando dos matices necesarios. No lo hago con fines de procrear, ni mucho menos. Lo hago porque sí. Mi carácter es el que es y hago justicia a mi recuerdo. ¿Sabes lo que es que el quarterback del equipo de fútbol te utilice para darle celos a la capitana de animadoras? No, claro que no. No tienes ni puta idea del asunto. De lo que es tener quince años y ser un jodido cero a la izquierda. Un ser espectral de piel lechosa y ojos claros. Pero claro, tú debías ser de los otros. De los guays. De los que se lo montaban en el aparcamiento de profesores con las repetidoras y matabais el tiempo pisoteando a los que eran como yo. Unos patitos feos...
y claro, el cisne vino después. Mi piel blanca como el papel de fumar adquirió tersura. Más o menos a la altura donde, teóricamente, debería de tener el corazón. Crecí. Me desarrollé. No tuve una adolescencia fácil. Es muy duro crecer sola, sin padres, sintiendo cómo los hombres te miraban con otros ojos y te hacían ofrecimientos a cambio de dinero...
...y ahí es donde está mi segunda diferencia con una mantis religiosa. No soy un bicho repugnante de color verde y ojos saltones. No. Soy una mujer. Una mujer seductora y sensual. Me encantan el maquillaje y pintarme los labios de color fuego, del mismo color que tantas burlas se hacían a costa de mi pelo. La bruja de la adolescencia dio paso a una pelirroja atractiva y decidida. Adicta a la lencería y los corsés. La lujuria y el deseo. Pero por encima de toda esta parafernalia, lo que más me gusta es algo más profundo e íntimo que crece en mis entrañas; algo que me corroe haciéndome pasar del éxtasis de un orgasmo a una insaciable sed de venganza.
Sí, eso es. Venganza. Vendetta que dirían los italianos de la Costa Este con sus aires de actor de cine de los años 20, su olor a aceite de oliva y orégano y sus trajes cortados a medida por esmerados sastres de la calle 53. Pero esto no es la Costa Este, encanto. Eso nos pilla algo lejos. Estoy, y estaremos, tranquilo, en Las Vegas. Solos tú, yo y el desierto. Dos cuerpos sin vida en el maletero de un Cadillac, demasiados cabos sueltos y un único sospechoso: tú. Porque quién va a sospechar que una princesita de cuento, en mitad de un ataque de histeria si me pillan en el tinglado, que llora desconsolada va a tener algo que ver con un crimen. Los cuatro gilipollas que acudan en mi auxilio creerán mi versión de los hechos, y se encargaran personalmente de que no vuelvas a hacer daño a ninguna mujer indefensa como yo durante mucho tiempo, o, quien sabe, decidan que sus actos tengan efectos duraderos. Para siempre. Quién sabe. Esto es la Ciudad del Pecado. Todo es vicio, azar y suerte. Lanzar una moneda al aire y apostar. Lástima que en tu caso la moneda tenga dos caras y juegue con ventaja ante tu futuro.
De todas formas, lancémosla al aire y mientras creas que aún tienes oportunidades y esperanza, dejemos que el tiempo pase y disfrutémoslo.
Te espero encanto. No me hagas esperar. Estoy sin tabaco y sola. Se buen chico y acude a mi llamada. Te espero en mi habitación. En la bañera. Desnuda entre la espuma. Una botella de champán metida en hielo y sábanas de satén con mi aroma te esperan. Suena seductor, ¿verdad? Igual que la punta de una bala. Sensual en sus formas y al tacto, pero terriblemente letal cuando llega la hora. Así soy yo. La bala que tiene tu nombre.
Creo que estoy algo borracha. El champán se me está subiendo a la cabeza demasiado pronto. Sin dejarme tiempo a jugar mi papel favorito: el de la chica fácil para hacerte creer que eres alguien.
Ya sabes que está mal visto en sociedad hacer esperar a una dama. Ven pronto. Aquí te espero, encanto. No tardes...


-Continuará-

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