lunes, 23 de febrero de 2015

Décimo Acto o Cadena de Favores

Lunes! Una semana más que empieza, y no podía ser de otra manera: aquí tenemos una nueva entrega. Pronto, muy pronto todas las piezas casarán ente sí. De momento, dejemos que la trama siga su camino (10/15). Disfrutadla y el miércoles nos vemos.

Hablar con Vlad me desagrada por dos razones. La primera es que no le entiendo nada. Parece ser que cuando emigró a Estados Unidos, se dejó en casa la capacidad de aprender un idioma sin que cada palabra que pronunciara no fuera una violación gramatical. Y la segunda es que ese jodido gordo seboso es un maldito pervertido. No me cuesta demasiado imaginármelo desnudo, ciego a vodka, y poniéndosela morcillona mientras habla conmigo. Su respiración honda y profunda, en ocasiones me hace temer que la exploración de su zona genital va más allá del mero palpamiento para adentrarse en el onanismo salvaje. Y eso es algo desagradable y que me hace sentir sucia. Pero O´hara quiere resultados y hay que trabajar.
Después del baño y un largo coqueteo ante el espejo para arreglar los estragos que el alcohol y sus efectos secundarios han dejado en mi cara, descuelgo el teléfono. La habitación apesta a vómito. Enciendo un cigarrillo. El olor a humo y tabaco gana intensidad y la atmósfera se hace algo más respirable.
-¿Da?- pregunta Vlad al segundo tono.
- Soy yo- respondo con sequedad. Detesto cuando se pone a hablar en su idioma. Me hace sentir el blanco de una conspiración prosoviética-. Tengo trabajo para ti.
- Un placerr ayudarrte prreciosa- su voz suena pastosa. Casi puedo oler su apestoso aliento de borracho. Doy una calada para calmar mi sobreexcitado olfato-. Perro ya estoy rretirrado.
¿Vlad retirado? Ya, claro. Y yo soy virgen, no te jode. Le necesito. Es la única persona qe conoce los putos bajos fondos en su totalidad. Quién entra. Quién sale. Quien acaba entre rejas y quien acaba viendo crecer arbustos desde abajo. Voy a tener que jugar mis cartas. Es hora de que la gatita guarde las uñas y deje que le acaricien el lomo un poco.
- ¿Retirado? Eres muy joven para retirarte, encanto.
- Yo tenner ahorra mujerr embarrazada y no querrer prroblemas. Nuevo Vlad. Ya no más chico loco.
- Encanto- suspiro con sensualidad. Hasta yo misma me pongo cachonda al oírme-. Si tu me haces este favor, yo puedo compensarte...
Escucho cómo se cierra una puerta. La voz de Vlad ahora suena más lasciva. Al parecer su mujer embarazada no es más que una coartada para evitar problemas. No para contar con que se la mame a cambio de cierta información.
- ¿Qué querrer?
- Necesito que encuentres a una persona.
- Esto serr Las Vegas. No puto parrque de atracciones con venta de billetes.
- Se trata de una mujer.
- Vlad te escucha, prreciosa.
La palabra preciosa va acompañada de una fuerte inspiración. Le tengo donde quiero tenerle. Con las manos en la masa. Sólo hay que calentarle un poco más y a la hora de devolver el favor, que sea O´hara el que se ponga de rodillas entre las piernas de Vlad. Una tiene más caché. Una cosa es follarse a un botones con acné porque me apetezca, y otra muy distinta pagar un favor a ese degenerado de la manera que él espera.
- Dice llamarse Sophie. No sabemos si viene sola o acompañada. Tiene un Cadillac rosa. Por lo que me han dicho- trato de recordar lo que O´hara me ha dicho- debe tener unos cuarenta años. El resto de datos son innecesarios. Puede haber cambiado de aspecto. Ya sabes, las mujeres somos así.
- Sí. Prreciosas. Yo tratarr de encontrar, pero no serr fácil.
- Quiero resultados mañana, Vlad. Si no, no hay trato.
- Yo intentar preciosa...
No le doy tiempo a más. Cuelgo. Doy una última calada y desmenuzo la colilla en un cenicero de cristal tallado. Mi parte del trabajo, de momento, está hecho. Es medio día. Me visto para la ocasión y bajo al salón del hotel, a la caza de algún octogenario lujurioso que me invite a comer a cambio de nada. Pero no te pongas celoso, encanto. Sigo esperándote. No te dejes engañar. El miedo. El vómito. Las lágrimas. Todo forma parte de la escena, y ésta ha pasado. Pronto nos veremos y descubrirás que soy algo más que una niña mimada a la que le gusta coquetear con el alcohol y los barbitúricos. Confía en mí. No te arrepentirás.

- ¿Da?
- Hola Vlad, soy yo- dices llamando desde una cabina pública. En una mano, un perrito caliente con extra de mostaza. En la otra, el auricular grasiento y manchado de carmín del teléfono-. He vuelto. Tenemos que vernos.
- Imposible amigo- responde. Ahora parece un ciudadano americano de tercera generación. Ni rastro del acento moscovita de hace pocos minutos-. Tengo un encargo.
- Venga, Vlad. No me jodas. Acabo de salir de la trena. Es algo rápido. No te va a costar nada y vas ganar mucho.
El dinero hace que la apatía de tu interlocutor desaparezca como por arte de magia. Te le imaginas con el símbolo del dólar dibujado en las pupilas.
- ¿Qué sería? Tengo otro encargo y me corre prisa.
- ¿De qué se trata?
- No puedo hablar. Ya sabes.
- Como quieras. Acabo de llegar a la ciudad. Voy a estar unos días donde siempre. Donde tu tía la Shamarovich- bromeas-. Si necesitas ayuda con tu encargo, ya sabes donde encontrarme.
- ¿Qué quieres?- te interrumpe en plena perorata de camaradería por tu parte. Al parecer las arengas del camarada Lenin sobre proletariado, solidaridad y esas soflamas políticas las dejó en su tierra al salir por piernas. Por lo que has oído, los chicos del NKVD iban tras él por algo relacionado con falsificación de divisa o derrotismo, o alguna pollada de esas. Vamos, que era carne de gulag, y claro, salió con lo puesto.
- Necesito dos cosas: una automática que no esté marcada y que me digas dónde coño puedo encontrar al hijo de puta que me mandó a la sombra.
Un pitido en la cabina te obliga a meter más monedas. La situación vista desde fuera resulta cómica. El auricular pegado a la mejilla, haciendo pinza con el hombro. Un brazo en alto con el dorso de la mano manchado de ketchup y mostaza. El momento idóneo para recibir un tiro por la espalda y ser el hazmerreír de los pringados muertos en situaciones ridículas.
- Te va a salir caro. Necesito tiempo para conseguirlo todo. Tengo otro encargo.
- Que le jodan al otro encargo. Tengo dos de los grandes en la habitación. ¿Quién te ha hecho el encargo?
- Una de las putas de James O´hara. ¿Sigues teniendo prisa?
Enmudeces. El último bocado del perrito se agita en tu estómago. Tratas de pensar a toda prisa. Casando piezas sueltas. Clac, clac. Empiezas a ser consciente de estar cavando tu propia tumba. James O´hara. El sargento James O´hara. Un hijo de puta de los que ya quedan pocos. En la cárcel tuviste algún careo con él. Algo pervertido y bizarro. Esposado al radiador de la sala de interrogatorios. Comiendo hostias como si no hubiera un mañana. Un puto sádico, cruel e inteligente. Siempre ha salido de rositas con todos los marrones que le han querido colocar los de Asuntos Internos. Pero... un momento. ¿Qué pinta O´hara en todo esto?
- ¿Sigues ahí, amigo?
Vlad habla, pero no le escuchas. Tu cabeza funciona a marchas forzadas, buscando la incógnita que le falta a la ecuación: la trena. O´hara. Las Vegas. O´hara. El LoveSpring en llamas. Jurisdicción de O´hara. Tu ajuste de cuentas. O´hara. Una huida a toda velocidad. O´hara. Conversación telefónica en el bar de carretera. O´hara. Sophie. O´hara. Ella queriendo pulirse la pasta pronto. La pensión. Su disgusto. O´hara. Un hotel. Vlad. Las putas de O´hara. ¡Clinc! Premio para el caballero: SOPHIE es la clave.
- Sí, Vlad. Aquí estoy. En dos horas en el aparcamiento de la hamburguesería Nevada Desert. Lleva el arma y la información que te he pedido.
- ¿Me has oído? O´hara está detrás de mi otro encargo.
- Que le follen. Trae lo que te pido, y a cambio tendrás lo que él te pide.
- ¿Seguro?
- Palabra.
- En ese caso, que sea en tres horas. Tengo que encontrar a alguien antes.
- Tres horas. Perfecto.
Cuelgas. Tiras lo que te queda de perrito al suelo. No sabes qué vincula a Sophie con el sargento O´hara, ni puta falta que te hace. Matas cuatro pájaros de un tiro. Consigues el arma y la dirección del cabrón al que vas a dar pasaporte. Te quitas a Sophie de en medio y te quedas la pasta por las molestias. La Ciudad del Pecado parece estar de tu lado. Una buena racha. ¿Quién en tu lugar no apostaría por el caballo ganador?
-Continuará-

No hay comentarios:

Publicar un comentario