miércoles, 25 de marzo de 2015

Kryptos

Es miércoles y aquí estamos. Con una reseña calentita que soltar. No me voy a enrollar demasiado. Sólo decir que el miércoles que viene volveré a dejarme caer por aquí con un relato bastante potente (por lo que me han dicho mis betas) y poco más. Disfrutad esto que os dejo y ya sabéis, si os mola: difundid, que en esta ocasión es por una buena causa que nada tiene que ver con mi desinflado ego de escritor de género negro.

Debo confesar que no soy muy amigo de esto de las reseñas. Creo que como lector, cada uno debe dejarse llevar por sus propias inclinaciones o gustos, sin que opiniones ajenas puedan condicionar futuras lecturas, pero en esta ocasión haré una excepción. Que nadie espere una crítica mordaz y concisa porque aquí no la va a encontrar. No soy crítico literario. Lo mío es más humilde, no paso de lector y aprendiz de escritor. Los juicios de valor y las clases magistrales de recursos estilísticos, en qué acierta o falla el escritor, la intensidad de la trama y demás zarandajas se las dejo a los especialistas en estas lides que, al parecer, abundan demasiado en Internet. No sé si por el anonimato que confiere la Red ante la posibilidad de soltar mierda por la boca dándoselas de experto en algo, o porque realmente la universidad de este país está francamente jodida y los pobres catedráticos tienen que ganarse el pan trabajando como mercenarios literarios online.
Sea como sea, ahí va mi reseña de un libro que desde un principio me sedujo por varias razones. La primera es que, pienso, la literatura de este país debe empezar a renovarse. Pasó la época de las vacas de oro y las editoriales tendrán que empezar a mover el mercado antes o después. Por eso suelo leer autores no consagrados (entre los cuales no me incluyo, aún me quedan muchas tazas de café para considerarme autor). Prefiero decir pobrecico con la ilusión que habrá puesto en todo esto a encontrarme con el quincuagésimo tocho del autor del momento y leer por quincuagésima vez la misma novela en la que lo único que cambia, si es que algo cambia, es el escenario y, con un poco de suerte, alguno de los personajes (que cada uno saque sus propias conclusiones al respecto).
Otra de las razones por las que me he lanzado a esto de reseñar Kryptos es porque me ha dado la gana. Así de sencillo. Conozco al autor, los dos estamos en nómina de la misma agencia literaria y me dije, antes de reseñar a otro, empecemos por el amigo Blas que a fin de cuentas si no le gusta lo que ponga siempre puedo esperarme a alguna presentación y redimirme con un par de cervezas.
Y por último, y tal vez ésta se la razón de más peso, se trata de un libro con fines solidarios. Sí, así es. Todas las ganancias que genera la obra van íntegras para la ONG Educo, encargada de gestionar becas de comedor para niños, y es que, nos guste o no, en este país a día de hoy hay familias que pasan hambre. Triste, pero cierto. Así que si esto que escribo sirve para que Kryptos se mueva y ayude a esos niños que se van a la cama con la tripa vacía puedan hacerlo con el buche lleno, pues mejor que mejor.

Y dicho esto, podemos ir metiéndonos en faena (temblad autores, que empieza el baile).
Debo confesar que a la vez que leía Kryptos estaba metido en otro proyecto (éste personal) que incluía estudiarme cual retoño Escribir un Thriller de André Jute; así que la cosa me venía que ni pintada. Desguacé el libro del señor Ruiz Grau y compañía con un sumo deleite y el colmillo retorcido (permítaseme la expresión revertiana) dispuesto a disfrutarlo y, seamos objetivos, tratar de poner en práctica algo de lo aprendido de la mano de A. Jute. Y la verdad es que fue una pasada. Muchos dirán que la trama es lineal o compleja, que hay “casualidades” que no son muy creíbles y bla bla bla bla (catedráticos de lectores Amazon seamos serios, por favor. Busquen a alguien que le interesen sus palabras y déjennos al resto tranquilos). Bajo mi punto de vista la novela es un novelón. Atrapa, que de eso se trata este negocio. Te mantiene en tensión desde la primera página hasta la de agradecimientos. Se trata de un thriller, y todos sabemos que no hay nada nuevo bajo el sol. Sigue la estructura de este tipo de escritos (por otro lado, normal, ¿no?) haciendo que el lector se vaya adentrando en un mundo que pasa rápido ante sus ojos, obligándole a esperar el desenlace. Aquí el colmillo retorcido (permítaseme otra vez la expresión revertiana) volvió a salir a flote. El giro final empieza a entreverse en las últimas veinte páginas, pero no amigos. No es oro todo lo que reluce, y el amigo Blas y sus secuaces ya tienen tablas en esto. Cuando uno sonríe confiado, diciendo el malo es fulano o mengano, se queda con cara de gilipollas al ver cómo la trama escapa por unos derroteros inesperados para acabar dando con un final que, por lo menos a mi, me obligó a exclamar un: cabrón, me la ha colado.
Por lo demás poco hay que decir. La acción abunda, quitando el aliento. La idea principal (nacida en Twitter) es muy acertada. Y los personajes están conseguidos. Nada de descripciones eternas detallando al milímetro las motas de color dorado que brillan al sol en las pupilas verdes del personaje principal. No. Los autores emplean de manera magistral la caracterización “pasiva” de los personajes, esto es, dando mayor peso a su caracterización desde un punto de vista externo y psicológico que perderse en un mar de adjetivos y enunciados que aburren y no son más que pura paja que añadir en copia-pega cada vez que uno de los personajes empieza a ganar peso en el texto.
Por otro lado, y para terminar, voy a ser sincero, debo confesar que echo de menos el trinomio que marca todos mis escritos: drogas-dinero-muerte. Aunque mejor dejémoslo así, no sea que a estos tres monstruos se les ocurra meterse en estos berenjenales y un servidor acabe vendiendo bocadillos de mortadela en la puerta de un colegio en lugar de seguir dándole a esto de la tecla.


Espero que este tostón que he soltado así de buena mañana sirva para algo, porque, omitiendo alguna errata o error de puntuación (eso también lo tienen las novelas del Grupo Planeta) es una novela que realmente merece la pena. Y teniendo en cuenta el fin solidario que sigue, más aún.

viernes, 20 de marzo de 2015

Sigo vivo

Es viernes y tenemos un pseudoeclipse solar que, por lo menos en mi barrio, no se puede ver porque está nublado. Lástima...
Hoy no hay relatos ni nada de eso. Entro para decir que sigo vivo y que para la semana que viene estoy preparando una reseña bastante maja de un libro con fines solidarios. Para los interesad@s en saber de qué hablo dejo la portada para que vayan echando un ojo: 


Y ¿qué fines solidarios tiene esto de Kryptos? Sencillo. TODAS las ganancias que genere van destinadas a la ONG Educo para becas de comedor. ¿Necesitáis algo más para dar el paso y comprarlo? Ahí va. Se trata de un thriller bastante potente y que engancha. Acción por los cuatro márgenes de cada página y la necesidad de seguir leyendo a ver qué se está cociendo entre los personajes que pululan en sus líneas. 
De momento, hasta ahí es cuanto puedo decir. La reseña estará lista para el miércoles que viene, así que os toca esperar, o, en su defecto, poneros en contacto con el autor y que sea él quien os lo cuente:
Y dicho esto, vuelvo a mis quehaceres criminales-literarios.
Nos vemos el miércoles

viernes, 6 de marzo de 2015

Última Entrega con Sorpresa

Viernes!!! Y la novela que os he traído llega a su fin. Después de pensarlo mucho, he tomado una decisión, a ver qué os parece: en lugar de colgar el último capítulo, pues os cuelgo la novela entera en formatos mobi, epub y pdf, para que cada uno pueda leerlo tranquilamente con la extensión que mejor le venga.
¿Qué hay que hacer? Nada. Simplemente pinchar el enlace y elegir el formato que mejor os venga. Gratis y por la cara. ¿Qué más se puede pedir? 15 capítulos revisados y corregidos (me he quitado de en medio alguna erratilla que había por ahí escondida) calentitos, recién impresos como aquel que dice.
Disfrutadlos y sólo os pido una cosa. Bueno, dos:
Poned algún comentario diciendo qué os ha parecido, y si os gusta, ya sabéis, difundidla.
Mil gracias!

La semana que viene nos volvemos a ver. Tengo algún que otro proyecto por ahí y creo que va siendo hora de darle salida.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Décimo Cuarto Acto o Hasta la Vista Encanto

Ya es miércoles. Punto de inflexión de la semana. No queda nada para el finde y aquí tenéis la penúltima entrega de todo esto (14/15). Todo empieza a cuadrar. Verdades que salen a la luz y alguien en medio de una mierda que no es suya. Mala suerte. Disfrutadla. El viernes acabamos con todo esto de una manera que os va a gustar. Palabra.

Me encanta. Joder, me encanta. La situación es ridícula. Estás sentado en el asiento trasero del coche. Las manos esposadas por debajo de las rodillas, por si te da por hacer el héroe y quieres vengar a los que llevamos en el maletero. No creo que lo hagas, pero prefiero ser prevenida. Sophie conduce con clase. No hay prisa. Ella sabe dónde nos lleva, y con eso es suficiente. No hay que hacer demasiadas preguntas a alguien que está conduciendo. Ya lo decía un letrero de letras negras en el autobús amarillo del colegio: No molestar al conductor. Y, aunque no lo creas, soy una chica obediente.
Me giro hacia ti. Tienes cara de pasmado. Deja que te cuente una historia mientras los kilómetros se suceden, así te hago el viaje más ameno. Sophie es mi madre. Sí, has oído bien. Sophie es mi madre. Era una puta que hacía la calle. Una arrastrada. Tendría más o menos mi edad, veintipocos, cuando el malnacido de O´hara la violó. Sí. Así fue. Una noche en la que estaba más borracho de lo habitual. Había salido de la comisaría a celebrar Dios sabe qué, y el caso es que ella se cruzó en su camino. Como ya te he dicho la violó. La obligó a hacer cosas horribles y se quedó embarazada. La magia de la vida, que no entiende de brutalidad. ¿Ves? El egoísmo que tenemos de adultos lo llevamos en los genes, desde que no somos más que una puta manada de espermatozoides a la caza de un óvulo que fecundar.
Ella calló. No dijo nada hasta que ocultarlo era una estupidez. Tuvo que dejar la calle. Empezó a extorsionar al sargento, y éste, asustado, la obligó a abortar. El pagaría los honorarios y la mantendría a cambio de silencio. Ella aceptó. Acudió a una clínica clandestina, pero no pudo. El miedo se apoderó de ella. Acordó con el médico darle gato por liebre. Yo nací. Ella me abandonó, pero se comportó como una madre. O´hara le montó la mierda esa del motel de carretera. Se la follaba de vez en cuando y ella fue recopilando fotos y pruebas contra él y los demás polis corruptos con los que se codeaba para sacarles más pasta. El negocio no daba para mucho y lo poco que ganaba lo mandaba al orfanato. Nunca me faltó de nada. Crecí y acabé por descarriarme. La mala vida me llamaba. Soy un caso perdido. Lo sé. Quería ser una estrella de cine. Cantante. Y antes de saber qué hacía, acabé trabajado de puta en un tugurio. Ella se enteró. No sé cómo, pero se enteró. Ya sabes, las madres son medio brujas. Trató de sacarme de ese mundo, pero no quise. Discutimos. Nos dijimos cosas horribles, pero eso no viene al caso. Yo seguí ejerciendo, y ella tejiendo una tupida red. O´hara cayó en mis garras. Se encariñó conmigo. Yo le dejaba hacer. Suena sucio, pero cuando no hay esperanza de comer caliente a diario una se rebaja a lo que sea. Y de esta manera fui escalando en el mundo de la noche, las putas de postín y las drogas. Y aquí nos tienes, encanto. Ella libre de las ataduras del motel, O´hara y su gente. Yo, dispuesta a alejarme de directores de cine que lo único que quieren es una mamada en el asiento trasero de su coche a cambio de prometerme papeles que ya han prometido a otras quince antes que a mí por lo mismo. Tenemos más de veinte de los grandes. Una vida por delante, demasiadas cosas que contarnos y, lo siento encanto, tú no estás invitado a las confidencias entre madre e hija.
Sophie pone el intermitente y abandonáis la carretera. Entráis en un área de descanso. No hay ni un alma. Todo esta oscuro. Sientes miedo, pero una voz en tu cabeza te dice que pronto descubrirás lo que es el verdadero miedo, que nada tiene que ver con el hormigueo que te recorre la nuca.
Sophie y yo nos bajamos del coche. Nos alejamos unos pasos. Fumamos. Trato de intervenir en tu futuro, encanto. En serio. No quiero que te mudes al otro barrio pensando que te he traicionado. Pero mamá es como es. Acumula demasiado rencor. No ha tenido una vida fácil. Dice que no hay nada que hacer. Tú solo te has metido en la boca del lobo. Si no te hubieras pasado de listo, dice, habrías tenido otro final. Me encojo de hombros. ¿Qué le voy a hacer? A fin de cuentas es mi madre.
Tiramos los cigarros. Nos acercamos al coche. Tu cara es un poema, encanto. Cuando tienes miedo, te pones un poco feo. Pero no te enfades. Total, te va a dar igual. Mamá saca la pistola de Vlad. La miras aterrado. Abre la puerta. Tratas de forcejear. Pero la posición en la que te encuentras no te deja demasiada libertad de movimientos. Te tumbas en el asiento, en posición fetal. Lloriqueas. Mamá no se anda con tonterías. Te sacude un culatazo en la cabeza. Pierdes el conocimiento. Te quitamos las esposas y entra las dos te metemos en el asiento del conductor. Saco un poco de coca del bolso. Mamá me mira frunciendo el ceño. Me da igual, ya se lo explicaré: es de una amiga, que se lo estoy guardando. Espolvoreo el salpicadero. Cogemos la pasta y nos vamos. Entre los matorrales hay otro coche esperándonos. Me despido de ti lanzándote un beso. No me lo devuelves, arisco. Arranco el motor y nos largamos de allí como si nada hubiera pasado. Un poco más adelante pararemos en alguna gasolinera, avisaremos a la poli y se descubrirá el pastel. No creo que se molesten demasiado en buscar huellas cuando encuentren la sorpresita del maletero. Mucha suerte encanto. Prometo escribirte cuando lleguemos a nuestro nuevo destino. O, pensándolo mejor, no creo que vivas lo suficiente como para leer nada; así que mejor ahorro tinta y sellos. La próxima vez que me folle a alguien lo haré tumbada boca arriba, así podrás verme desde el cielo y sabrás cuánto te echo de menos.
Un beso y mucha suerte, encanto.
Ciao.

Cuando abres los ojos no sabes donde estás ni qué ha pasado. La cabeza te da vueltas y te sientes como si la orquesta del desfile del 4 de julio estuviera afinando entre tus parietales. Ves luces de colores que se acercan a toda velocidad. Tratas de bajar del coche, pero las piernas no te responden. Escuchas frenazos cerca. No opones resistencia. Levantas las manos, aturdido. Tratas de decir algo, pero eres incapaz de articular palabra. Dos polis te apuntan. Uno desde la ventanilla del copiloto y otro desde tu puerta, que no sabes porqué, pero está abierta. Un tercero se pasea alrededor del coche, caminando como el sheriff de una peli barata. Sin prisa, acariciando la culata de su 38. Se dirige al maletero. Lo abre. Lanza una exclamación y llama a sus compañeros. El que tienes al lado te da con el cañón en la frente, lo justo para atontarte para que no te dé por jugar a los cien metros lisos a oscuras,o arrancar el motor y salir de allí a toda hostia.
Tu campo visual se limita a puntos de colores metálicos y una extraña neblina que te rodea. La cabeza es una puta tortura. Matarías por un analgésico, o, mejor aún, un buen chute de codeína. Las palabras de uno de los polis rompen tus pensamientos, retumbando en la noche.
- ¡Es O´hara! ¡Hijo de puta! Te vas a arrepentir de haber nacido.
Baja el portón del maletero de un golpe. La suspensión del Cadillac vota como si hubiera alguien montándoselo en plan salvaje en el asiento trasero. Les oyes acercarse a toda prisa. La misma voz que que antes te decía que pronto descubrirías lo que era de verdad el miedo, te dice ahora: ves cómo tenía razón.
Una mano que no ves de dónde viene te estampa la cara contra el volante. Lanzas puñetazos por instinto de supervivencia. Te sacan a hostias del coche. Caes al suelo. Logras ponerte de rodillas y enganchar dos golpes a uno de ellos, un uno-dos más desesperado que pugilístico. Él se queja y grita. Al parecer le has hecho daño. No sabes dónde le has dado, pero lo por lo que chilla le ha tenido que doler bastante. Tratas de buscar otro objetivo. Un golpe en la nuca te hace caer de boca contra el suelo. El paladar te sabe a tierra y sangre. Se ensañan contigo. Uno de ellos pide la calma. Los golpes cesan. Te pones boca arriba, tratando de respirar.
- Hagámoslo de manera legal- dice tu salvador.
- ¿Qué quieres decir?- pregunta uno al que sólo le ves los zapatos y los bajos de los pantalones.
- Llevémoslo al médico. Digamos que lo encontramos así, en mitad de la carretera. Que le den el alta y acabamos con él sin contemplaciones.
- ¡Ha degollado a O´hara!
- Por eso. Los de Asuntos Internos están detrás nuestra. De esta manera salvamos el pellejo. Recibimos el aviso de lo de O´hara. Veníamos para acá y nos encontramos a este desgraciado tirado en la carretera. Nada vinculante. Y así podemos darle pasaporte sin problemas.
- ¿Y las huellas en el coche?
- Quemémoslo.
- ¿Con O´hara dentro?
- No creo que le importe mucho a estas alturas.
- Eres un genio, Joe.
- Tengo más experiencia, chico. Y sé a qué médico llevarle.
Los dos se ríen. El que aún no ha hablado, el mismo al que has sacudido, se acerca a ti. Te pisa la cabeza. Tu nuca rebota contra el suelo y pierdes el conocimiento. Hora de echarse un sueñecito y reponer fuerzas.

-Continuará-

lunes, 2 de marzo de 2015

Décimo Tercer Acto o Langosta con Sorpresa

Buenos días! Es lunes! La semana vuelve a arrancar y aquí estamos, a falta de tres capítulos para acabar la historia (13/15). La cosa empieza a cuadrar definitivamente. Un parking, dos fiambres, una automática apuntándote... ¿Qué más se puede pedir?
Disfrutad esta entrega, ya no queda nada y el viernes habrá sorpresa. Lo prometo.

Cena con glamour. El restaurante esta lleno de gente estirada. Un cuarteto de cuerda en un escenario ameniza la velada. Camareros con pinta de haberse escapado de una mansión victoriana se esmeran en cumplir con su trabajo. Dando el coñazo de mesa en mesa con sus: desea algo más el señor. Le traigo algo. Está todo a su gusto...
Te sientes incómodo y violento. Una colección de cubiertos que no sabes ni para qué sirven, parecen gritarte a pleno pulmón: éste no es tu sitio, escoria. Casi que preferías la mierda de comida de la cárcel. Allí, al menos todo sabía igual, como el rancho del ejército, y no te perdías en florituras y mariconadas francesas que no sabes qué coño significan.
Sophie parece tan perdida como tú. Los dos vais muy monos, muy arreglados. Ella vestida como una estrella de cine. Tú, como un empresario putero adicto a la farlopa y las chicas jóvenes. Miréis donde miréis, desentonáis. Por otro lado, habláis poco. Lo vuestro hace aguas. Al principio no le molaba mucho la idea de ir al Dinner Imperium. Prefería reservar habitación en el Flamingo o algún otro hotel levantado por la mafia para blanquear dinero, pasar un buen rato en la cama y cenar algo antes de echar una partida a la la ruleta. La idea era seductora, tenía su aquél. Pero lo acordado con Vlad era otra cosa bastante distinta.
Y en eso estáis.
Ella, suspirando como una heroína de Holywood y tú a la espera de librarte de ella. La situación te desborda. Para empezar habéis pedido langosta americana especialidad de la casa y en la puta vida habéis comido algo parecido. Vamos, que no sabéis si os gusta o no. Pero hay algo más humillante aún: con qué jodido tenedor se come esa mierda color naranja que parece un puto cangrejo hiperdesarrollado a consecuencia de las bombas atómicas que el Tío Sam tiró en Japón. Así que la cena permanece intacta en el plato. Lo único que habéis picoteado un poco es la guarnición, tras dudar si era algo comestible o un simple adorno estilo atrezo gourmet. Lo que sí que corre de lo lindo es el alcohol. A fin de cuentas con algo habrá que llenar el estómago.
Te distraes mirando a la gente que pasa. A la tías con trajes de noche brillantes y tíos con trajes cortados a medida. Sientes una mezcla de asco y envidia malsana. Asco porque no son tan distintos a la chusma con la que convives, lo único que es que sus negocios tienen el beneplácito de la sociedad, o a demasiados polis en el bolsillo como para que se haga público cualquier escándalo que ponga a un constructor en la picota. Y envidia malsana, porque algún día te gustaría ser como ellos. Todo el mundo en los bajos fondos aspira a eso. Regularizar sus negocios. Aunque ya se sabe. Una minoría llega a viejo en ese ambiente. Y sólo los privilegiados logran envejecer para materializar sus sueños y ser enterrados en suelo santo, en lugar de acabar buceando con zapatos de cemento.
Sophie en cambio parece una niña pequeña en una tienda de dulces. Contigo es tan cariñosa como un perro de presa enseñándote los dientes; pero por lo demás parece disfrutar con lo que ve. Con el ambiente. Sabe que no encaja. Tiene dinero y sabe que con eso basta para abrirse un hueco en la jetset de Las Vegas. Esos soplapollas de brillantina en el pelo que recurren a la gente como tú, son los mismos que encantados le enseñarían modales y la presentarían en sociedad, mientras tuviera dinero, claro. En Las Vegas todo tiene un precio. Y si no pagas, no eres nadie.
Miras la hora. Quedan cinco minutos para el encuentro en el aparcamiento.
- Deberíamos irnos ya. Podemos reservar habitación en cualquier hotel. Cogemos el coche y te llevo donde quieras, cariño- dices en tono de novio arrepentido, apoyando las manos sobre las suyas.
Te mira y sonríe. Sus ojos brillan. No sabes si de felicidad o a causa del alcohol.
- Espera que acabe la canción. Es mi favorita- responde, moviendo la cabeza al son de la versión de Frank Sinatra que está interpretando el cuarteto en el escenario.
Pides la cuenta. Es necesario agilizar los trámites. Pagáis. La música cesa. Salís. Una oleada de miradas os vigilan recelosas. En la calle os besáis. Todo muy bonito. La pareja ideal vuelve a funcionar. Camináis hasta el parking, cogidos de la cintura. Le pides la llave del coche. La busca en el bolso. Miras a tu alrededor. Vlad te da una ráfaga de luces. Asientes. Señal recibida. Hace frío. Huele a cemento y humedad. Tratas de centrarte en hacer lo que tienes que hacer. Cualquier pensamiento o estímulo, a estas alturas, sobra.
- Las debes de tener tú. No están en el bolso.
Palmeas en la pernera derecha del pantalón. Un sonido metálico tintinea, como un casquillo cayendo al suelo en una habitación desierta.
- Sí, perdona. No me había dado cuenta.
Sacas la llave y te agachas. Se escuchan pasos. Sophie emite un grito agudo. Asunto resuelto. Hora de erguirte. Zanjar el negocio. Coger la pasta y salir de allí.
Dejas la llave metida en la cerradura. Enciendes un cigarro y contemplas el panorama.
Frente a Sophie ves al sargento O´hara y Vlad. Un poco detrás la pelirroja de hace dos días. Te mira y sonríe, como diciendo hola encanto. La miras fijamente. Después a Sophie. No puede ser, joder, piensas.
- Hola Sophie- dice O´hara, cogiéndola de la muñeca con fuerza. Ella forcejea. Al parecer le está haciendo daño-. Acompáñame y no opongas resistencia. Va a ser mejor para ti.
Vlad saca un revólver y la apunta. Ves peligrar tu fuente de ingresos. Te acercas a ellos.
- Ni un paso más- te advierte O´hara.
Te detienes en seco y levantas las manos.
- Esto no es lo que acordamos, James- dice Sophie con voz melosa, idéntica a la de la pelirroja que no pierde detalle de lo que pasa-. Me das la pasta y te digo doy están las pruebas.
- No las tienes encima, ¡guarra!- grita, dándola un sonoro bofetón.
Sonríe. Abres los ojos como si acabaras de ver levantarse de la tumba al mismísimo George Washington.
Chico listo, encanto. Además de follar bien, eres inteligente. Contigo acerté de pleno, pienso al ver cómo vas encajando las piezas.
Vlad se mueve a cámara lenta. Apoya el cañón del revólver en la sien de O´hara. El sargento se convierte en un ser de aspecto decrépito. La piel de su cara se ha convertido en una máscara blanquecina en la que resaltan unas profundas bolsas violáceas que rodean sus ojos.
- Suéltala o eres hombre muerto, hijo de puta- dice, sin ningún deje o acento eslavo.
- Joder, Vlad ¿cúando has aprendido a hablar así?- pregunto contrariada.
- Esto es la Ciudad del Pecado. Todos tenemos secretos- responde, apretando con fuerza el cañón, mientras te mira de reojo.
- Podemos dejar eso para luego- interviene Sophie.
No sabes qué hacer ni qué coño está pasando. Intentas decir algo, pero prefieres callar. Todos parecen demasiado entretenidos y temes que romper el encanto del momento desemboque en un tiro en la frente.
- ¡Encanto!- te llamo. Me miras. Sigues alucinando. Me encanta- Échame una mano.
Te tiro una lona encerada y te ordeno que la pongas en el suelo. A los pies de O´hara. Vlad te mira, como diciendo: son negocios tío, sólo eso.
- No nos pongamos nerviosos. En el coche hay veinte de los grandes. No he podido reunir más, y falta por cobrar el seguro del motel- la voz del sargento O´hara resulta patética. Un torturador acojonado que trata de congraciarse con quienes consideraba sus víctimas.
Un sonoro bofetón le hace callar. Sophie está liberando la tensión acumulada y como consecuencia el policía se está comiendo una somanta de hostias en toda regla. Vlad la mira, dejándola hacer, como diciendo, lo mejor es que lo suelte todo y se tranquilice.
- Encanto, toma.
Es maravilloso saber que me vas a obedecer sin rechistar. No se si es por el poder que tengo sobre los hombres o porque te estoy apuntando con una automática a la altura de las pelotas.
- ¡Acaba con él!- te ordeno. El cañón del arma asciende de tu entrepierna a la cabeza.
Me miras extrañado. Joder, encanto. ¿No sabes qué hacer con un cuchillo de esas dimensiones? Siempre hay algo que acaba por estropear al hombre más maravilloso. Fin del cuento de hadas. Siempre es lo mismo, ya sea por una polla ridículamente pequeña, una eyaculación antes de tiempo o que en el fondo es corto de entendederas. A ver si esto te aclara un poco las ideas. Amartillo el arma. Das un respingo. Lo has pillado. Coges a la cabeza de O´hara por detrás y le rebanas el pescuezo. Un chorro de sangre empapa el traje de gala de Sophie. Ella jadea excitada. Vlad aparta la vista. O´hara agoniza como un cerdo en la matanza, tendido en la lona, ahogándose con su propia sangre. Convulsiona unos segundos que deben antojársele eternos y muere.
Me miras con los ojos inyectados en sangre. Sueltas el cuchillo y observas el cuerpo de O´hara besando la lona, nunca mejor dicho.
- ¡No ha terminado!- grita Sophie.
Te fijas en ella. Luego en mí. Joder, sí. Es lo que estás pensando. Haz la pregunta que te hierve en la cabeza o cállate. Pero deja de pensar de una puta vez.
Das un paso hacia Sophie. Las manos te chorrean sangre. Pareces un yonqui con el mono. Vlad te apunta. Retumba un disparo. Te llevas las manos a la cabeza y te tirás al suelo. El ruso cae a tu lado sujetándose las tripas.
- ¡Vamos! Levántate de una vez, encanto- te grito, ajusticiando a Vlad que me mira con ojos de perro apaleado. Pum. Ya no sufre-. Guarda estos fiambres en el maletero. Es hora de irse.
Mansamente obedeces. Me encanta. Los hombres sois tan simples... Sophie me mira. Sonríe orgullosa, como lo haría una madre que mirara a una hija a la que hace años que abandonó y que acaba de salvarla la vida. Cosas de familia. Los lazos entre padres e hijos es lo que tienen. Hoy por ti. Mañana por mí. Y mientras tanto, tú que vas a comerte un marrón que no es tuyo. Te jodes. Estabas en el lugar equivocado en el momento menos oportuno. El resto ya lo irás descubriendo tú solito.

-Continurá-