James O´hara conduce a toda
velocidad. Lleva demasiadas horas al volante. Antefaminas y café.
Las pupilas dilatadas. La boca seca con regusto a alquitrán. Las
manos crispadas en el volante. Las mandíbulas apretadas. Un gramo de
cocaína en el bolsillo como último recurso para cuando el subidón
se vaya a tomar por el culo. El tiempo apremia. No le ha sido difícil
convencer a los de arriba. Todos están metidos en la misma mierda
hasta las cejas. Si él caía, el resto era carne de presidio y
prensa sensacionalista. Conspiración. Amenazas encubiertas. Un
diálogo breve por su parte y sus superiores dándole luz verde. El
resto: kilómetros que pasan rápidos bajo las cuatro ruedas de su
Buick super 8 de 1947. Ocho cilindros en línea sacrificando caballos
que hacen chirriar las ruedas en cada curva.
El tiempo parece volar en
paralelo al coche. Una idea fija en su cabeza: acabar con Sophie y
sus chantajes. Las herramientas a usar son dos: una automática y
pasta procedente del almacén de pruebas. El plan, sencillo:
engatusarla. Hacerla morder el anzuelo. El dinero a cambio de las
pruebas que le incriminan. Después, un viaje breve en el maletero
por gentileza de los chicos de la comisaría que parecen algo
molestos con ella. Destino, un lugar libre de curiosos, lejos de su
jurisdicción. Dos tiros a quemarropa. Eliminar pruebas y un nuevo
caso para que los federales se ganen el pan.
Un cartel pasa rápido, como una
bala zumbando sobre su cabeza. Bienvenidos al condado de Clark. Ya
queda menos. O´hara se mete un chicle en la boca. La siente reseca y
pastosa. Mastica de manera mecánica. No le sabe a nada. La tensión
se palpa dentro del coche. Agarra el volante con fuerza. Los nudillos
blancos. Los ojos brillantes, amenazadores. En el horizonte se
perfila su destino. Casi puede palparlo. Respira excitado. La caza ha
empezado.
-Continuará-
No hay comentarios:
Publicar un comentario