La
espuma de las olas lame mis pies como aquella primera vez. La
nostalgia y el recuerdo me arrastran al pasado como la resaca limpia
de algas la playa. Aquella primera vez...
Hace
tantos años de ello. Los dos cogidos de la mano. Tus ojos grises
como el horizonte perdidos en él. Tus silencios. El aroma que
escapaba de tu cuerpo. Ese olor dulzón a cansancio y derrotas. A
sueños rotos flotando al despertar como restos de un naufragio en
alta mar...
Una
lágrima salada resbala por mis mejillas para unirse con sus hermanas
a mis pies. Un nudo aprieta mi garganta. Trato de sofocar el llanto.
Hace tanto tiempo de aquellas carreras sobre esta misma arena...
Risas.
Conversaciones. Confesiones frente a una hoguera al caer el sol.
Ninguna prisa por volver a casa. Tantas cosas que contar, y tus
prisas por aprovechar ese escaso tiempo, como un presagio de lo que
estaba por pasar...
La
soledad de la mañana me rodea como una mortaja, meciendo tu recuerdo
ante mí. Tu sombra reptando a tus pies entre dunas. Tu figura
mirando el agua, calibrando cuándo llegaría
la tempestad que nos separase. De tempestades y separaciones sabías
demasiado. La experiencia de una vida en contraste con mi inocencia.
Como aquella vez que me regalaste aquella gorra de capitán que me
venía grande. Mis fantasías hablando de
viajes transatlánticos, de tierras
vírgenes por descubrir, de tesoros
ocultos... Tus pupilas empequeñecidas por el sol, mirándome en
silencio, describiendo otros viajes, otros puertos en los que
atracar, otros atardeceres con el miedo disipado en una sonrisa
forzada al pisar tierra firme.
Enciendo
un cigarrillo con el mismo mechero que olvidaste en casa. O que tal
vez dejaste de manera premeditada. Tus olvidos que se
transformaban en mis hallazgos. Veo perderse al humo en la
nada, sintiéndome pequeño. Insignificante. Como aquella última
vez. Tu despedida tratando de prometer un retorno. El brillo de tus
ojos. Aquella manera tan tuya de frotarte la nariz cuando no sabías
qué decir. Mi promesa de estar esperándote. El petate con tus pocas
pertenencias en el suelo. Un último abrazo. Cálido. Tierno. Dpupejando
un aroma a promesas por cumplir que morían a medida que nos
separábamos. Una mano diciendo adiós. Unas lágrimas que rompían
los diques de la contención. Y un te quiero, vuelve pronto
escapando entre hipidos de mi boca...
La
brisa roza mi cara como tú solías hacer con mi cabeza,
despeinándome pese a mis protestas. De fondo una gaviota se pierde
en el cielo, tal vez haya ido a morir mar adentro. Siempre lo decías
y nunca lo creí. Hace años de aquello. De aquellas palabras. De
aquella última vez juntos frente a este mar. Ha llovido mucho, otros
muchos han dejado su vida como tú hiciste en mitad de una borrasca.
Y desde entonces, padre, siempre vuelvo a ver otros barcos, otros
viajes, otros sueños zozobrando entre redes y vientos. A la espera
de que vuelvas, aún sabiendo que el mar es un amante celoso y nunca
te devolverá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario